Coral autorreplicante (Infusorius Trepans) 15/9/2003


Nada más bello y maligno que este organismo microscópico que crece hasta el extremo de alcanzar las dimensiones de un arrecife contra el que se estrellan los barcos, siendo sus tripulantes pasto de los tiburones que pueblan sus proximidades, en una asociación depredatoria tan provechosa para ambas especies como poco conocida.Sin embargo, peor es todavía la suerte de los otros microorganismos que, creyendo asociarse con Infusorius Trepans, caen bajo su dominio y, recubiertos de una capa calcárea de extraordinaria dureza, quedan reducidos a simples filtros que extraen del agua las sustancias de que se alimenta el coral, el cual deja para sus esclavos lo estrictamente necesario para su subsistencia, a menos que las sustancias ingeridas sean venenosas, en cuyo caso aquél dejará morir a cuantos sean necesarios para purificar el agua y, si es preciso, a todos, abandonando entonces el arrecife en busca de otro lugar para instalarse.Ciertas leyendas, carentes de fundamento científico alguno, hablan de música que atrae a los barcos, pero sí es cierto que los arrecifes apenas rozan la superficie del agua, por lo que pasan inadvertidos hasta que la catástrofe es segura o, si se está muy cerca, producen un suave rumor, muy agradable para las parejas de enamorados que pasean en barca.Por otra parte, emiten, al parecer, radiaciones simpáticas que inducen a sus víctimas a agruparse a su alrededor, como si buscasen ser fecundadas, lo que Infusorius Trepans aprovecha para colocarles la rígida camisa de fuerza que las acompañará hasta su muerte. Sus maravillosos colores atraen también a los submarinistas, que han llegado a expresar su deseo de descansar para siempre en sus brazos, lo que frecuentemente cumplen en el estómago de los tiburones. Un sensible poeta, que murió de esta forma, dejó dicho: "son más viejos que el hombre y ahí seguirán cuando éste haya desaparecido de la faz de la tierra". Así será, si todos continúan sucumbiendo a sus encantos.