Esta vistoso ave, de pico ganchudo, color rojo fuego y alas esmeralda, adopta formas de conducta opuestas a los de su entorno con la finalidad de atraer sobre sí la atención general. Calla al atardecer, cuando todos los pájaros cantan, reservando sus trinos para los momentos de mayor silencio, durante la noche. A lo largo del día, en vez de procurarse alimento, gusta de permanecer sobre una rama en actitud extática, con el pico vuelto hacia arriba y la mirada perdida en las profundidades del cielo, por lo que no en pocas ocasiones es capturada por la Serpiente Arborícola, de la cual constituye su principal alimento. Se han visto bandadas de cacatúas místicas que, llevadas de un extraño embrujo, volaban más alto de lo que permitían sus alas y terminaban perdiéndose entre la nieve de las montañas. Su canto es entrecortado y palpitante, como si el ave estuviese perpetuamente en apuros pero la falta de calidades musicales, junto con la marginación que llevan aparejados tan extraños hábitos, hace que sea ignorada por todos los demás habitantes del planeta literario, excepto, como se ha dicho, por la Serpiente Arborícola. Es frecuente en los aviarios de todo el mundo, pero no se reproduce en cautividad.
