Grulla mandarín (Cuellilargus Canonicus) 27/6/2003


Este ave de aspecto impactante, con su largo pico, su desmesurado cuello y su brillante plumaje tornasolado que refleja todos los colores del aro iris, habita en lo más profundo del bosque literario, advirtiéndose su presencia cuando los pájaros se reúnen para cantar, pues al cabo de cierto tiempo emite unos poderosos chasquidos que tienen la virtud de reducir al silencio a sus congéneres y, si alguno de ellos continúa cantando, se ha observado que tarde o temprano emigra a otro bosque, donde sucederá lo mismo hasta que el díscolo calla o se ve obligado a ejercer sus habilidades en algún páramo desierto donde difícilmente tendrá audiencia. Las causas de este fenómeno son mal conocidas, estando sin duda relacionadas con la seductora apariencia de Cuellilargus Canónicus, aunque más todavía con sus secretos manejos en su inaccesible nido, donde al parecer recibe extrañas visitas, sospechándose incluso de una connivencia contra natura con la Serpiente Arborícola, lo cual explicaría el temor reverencial que esta ave produce en todos los alados canoros. Soporta bien la cautividad, aunque no se la debe colocar en una jaula con otros pájaros, a excepción de Perdrix Augusta, con la que mantiene relaciones excepcionales.